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DOBLE MORAL: una ventaja del régimen.

El pensamiento de Jean-Jacques Rousseau ofrece una crítica profunda de las instituciones sociales y el impacto corruptor de la civilización en la naturaleza humana. Este análisis puede ser aplicado con gran claridad al estudio de la dictadura cubana, que desde enero de 1959 ha moldeado la vida política, social y económica de la isla bajo un conjunto de principios revolucionarios que, en la práctica, se desdibujaron, creando una realidad plagada de contradicciones, similar a las críticas que Rousseau lanzaba contra la sociedad francesa del siglo XVIII.


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Rousseau y la Revolución Cubana: La Moral Artificial y la Falsedad del Discurso Revolucionario

Cuando Rousseau criticaba a la burguesía emergente en Francia, argumentaba que esta clase imponía una moralidad artificial sobre la sociedad, exigiendo de los demás un comportamiento ético que ni siquiera ellos practicaban. Este tipo de cinismo social encuentra un eco sorprendente en la trayectoria de la dictadura cubana, que se autoproclamó defensora de los ideales de igualdad, justicia social y redistribución de la riqueza, pero que en la práctica ha perpetuado muchas de las desigualdades y vicios que pretendía erradicar.


En su "Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres", Rousseau afirma que "el hombre nace bueno, pero la sociedad lo corrompe". En el contexto cubano, la Revolución prometía una nueva sociedad, libre de las injusticias del capitalismo y el imperialismo. Sin embargo, más de seis décadas después, el régimen ha creado una estructura política y económica que ha traído consigo nuevas formas de corrupción y desigualdad.


La Reforma Agraria: Promesas y Realidades

Uno de los ejemplos más evidentes de esta disonancia entre discurso y práctica es la Ley de Reforma Agraria de 1959. Esta ley expropió grandes extensiones de tierra de los latifundistas, con el objetivo de redistribuirlas a los campesinos. En teoría, se trataba de un acto de justicia social que pondría fin a siglos de explotación. Sin embargo, a lo largo del tiempo, quedó claro que el Estado pasó a ser el propietario de la casi totalidad de las tierras, otorgando solo el usufructo de pequeñas parcelas a los campesinos.


Al igual que en la sociedad francesa que Rousseau criticaba, donde las elites promovían una falsa moralidad, el régimen cubano promovía la idea de un campesinado libre, mientras consolidaba un control férreo sobre los recursos agrícolas del país. Para Rousseau, esta imposición de una moral artificial crea una sociedad de cinismo, en la que todos fingen una virtud que en realidad no practican. En el caso cubano, el régimen exigía lealtad y sacrificio de sus ciudadanos, mientras consolidaba un Estado centralizado que controlaba todos los aspectos de la vida económica y social.


El Estado y la Educación: Control y Manipulación

Otro de los aspectos clave en la crítica de Rousseau es el papel de la educación en perpetuar las estructuras de opresión. En su obra "Emilio, o De la educación", Rousseau argumenta que la educación tradicional no forma a los niños para la vida, sino que los moldea para ajustarse a una sociedad corrompida. Este análisis se aplica con claridad al sistema educativo cubano, que ha sido utilizado como una herramienta de control ideológico desde los primeros años del régimen.


La educación en Cuba, aunque celebrada por sus logros en términos de alfabetización, ha estado al servicio de un discurso moralista que promueve el culto a la Revolución y la obediencia al régimen. Desde temprana edad, los niños son adoctrinados en los valores del socialismo, aprendiendo sobre las bondades de la dictadura y la supuesta maldad del capitalismo. Sin embargo, como Rousseau señala, este tipo de moral artificial está desconectada de la realidad cotidiana. Los jóvenes cubanos, al entrar en la adultez, se enfrentan a un sistema plagado de contradicciones: se les enseña que viven en una sociedad justa, mientras experimentan la pobreza, la falta de libertades y la desigualdad que persisten en el país.


En cifras, según el Informe de la UNESCO sobre educación de 2020, Cuba tiene una tasa de alfabetización del 99.75%, lo cual es un logro notable. Sin embargo, la calidad de la educación está profundamente ligada a la ideología del Estado. Un estudio de Human Rights Watch (2021) documenta cómo el régimen cubano utiliza la educación para adoctrinar a los estudiantes y perpetuar su poder.


Control Económico y Desigualdad

El control económico del Estado cubano sobre todos los sectores productivos es otra manifestación de la corrupción que Rousseau advertía en las sociedades organizadas bajo estructuras opresoras. En 1968, el régimen cubano nacionalizó la mayoría de las pequeñas y medianas empresas, consolidando un monopolio estatal que resultó en un estancamiento económico crónico. A pesar de las promesas de igualdad, el modelo económico de planificación centralizada ha resultado en la creación de una nueva clase privilegiada, que goza de acceso a bienes y servicios no disponibles para el cubano promedio.


De acuerdo con el Banco Mundial, el PIB per cápita de Cuba en 2021 era de aproximadamente 9,500 dólares. Sin embargo, esta cifra no refleja la realidad vivida por la mayoría de los cubanos, quienes dependen de un sistema de racionamiento que ofrece escasos productos básicos. Además, el informe de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información de Cuba muestra que la producción agrícola ha disminuido constantemente en las últimas décadas, y en 2020 el país importó aproximadamente el 70% de los alimentos que consume, un claro indicio del fracaso del modelo económico.


La Sociedad Moralmente Corrompida

Finalmente, Rousseau nos ofrece una lente útil para entender cómo el discurso revolucionario cubano ha creado una sociedad en la que predomina el cinismo. La promesa de un hombre nuevo y una sociedad justa se ha quedado en meras palabras, mientras que la realidad muestra un país atrapado en la falsedad moral. Los cubanos, al igual que los ciudadanos de la sociedad burguesa francesa que Rousseau criticaba, se ven obligados a fingir lealtad al régimen, participar en rituales vacíos como las marchas del 1 de mayo y las consignas revolucionarias, sabiendo que la realidad del país es otra.


El famoso refrán cubano "resuelve, que hay que vivir" encapsula esta moralidad de supervivencia, donde las personas deben participar en un mercado negro para obtener lo necesario para subsistir. Este doble estándar, entre la retórica oficial y la vida cotidiana, es un reflejo claro de la corrupción moral de la que hablaba Rousseau.


Conclusión

La crítica de Jean-Jacques Rousseau al orden social y sus instituciones encuentra una poderosa resonancia en la experiencia de la Revolución Cubana. Desde la consolidación del control estatal sobre la tierra y la economía, pasando por el uso de la educación como herramienta de adoctrinamiento, hasta la creación de una sociedad cínica y falsamente moralista, el régimen cubano ha perpetuado las mismas dinámicas de opresión que Rousseau denunció en su tiempo. La Revolución, que prometía liberar al hombre cubano, ha terminado por corromperlo bajo un sistema que exige obediencia y sacrificio, mientras perpetúa la pobreza y la desigualdad. Como decía Rousseau, el hombre puede nacer bueno, pero es la sociedad -o en este caso, la dictadura- la que lo corrompe.

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