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MINFAR: un crimen de lesa PATRIA. (Conclusiones)


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El Ejército cubano, en forma de las FAR, es un ejército al servicio de una élite política y no del pueblo. Las constituciones cubanas de 1976 y 2019 institucionalizan un régimen fascista, donde el Partido Comunista está por encima de todas las instituciones y del propio pueblo. Las FAR, como defensoras de este sistema, traicionan su mandato de proteger a la nación y, en cambio, sirven a los intereses de unos pocos, cometiendo crímenes de lesa patria al reprimir los derechos y libertades del pueblo cubano.


Aquí se exploran los puntos clave para desarrollar este análisis, incluyendo el golpe de estado de facto que llevó al Ejército Rebelde al poder, el carácter fascista de la Constitución, y el papel de las FAR como defensores de una élite y no del pueblo.


1. El Golpe de Estado del Ejército Rebelde


Para entender cómo el Ejército Rebelde liderado por Fidel Castro ejecutó un golpe de estado en Cuba, es crucial analizar el contexto político y la Constitución de 1940, un marco legal que, de haber sido respetado, habría evitado la instauración del régimen totalitario que se estableció a partir de 1959.


El Contexto y la Constitución de 1940

La Constitución de 1940 fue uno de los documentos más progresistas de su época en América Latina, adoptada tras una Asamblea Constituyente que involucró a diversas fuerzas políticas, incluyendo liberales, conservadores, comunistas y miembros de sindicatos. Este marco legal garantizaba derechos como la separación de poderes, el sufragio universal, la igualdad ante la ley, y establecía mecanismos para asegurar elecciones libres y justas. Asimismo, la Constitución protegía derechos económicos y sociales, como el derecho al trabajo, la seguridad social, y la regulación de las horas laborales.


En esencia, esta Constitución ofrecía una base sólida para la construcción de un Estado de derecho y la protección de las libertades civiles y políticas. Sin embargo, el golpe militar de Fulgencio Batista en 1952 suspendió el orden constitucional, lo que llevó al debilitamiento de las instituciones democráticas y a la consolidación de un régimen autoritario bajo su mando. A pesar de esto, la Constitución de 1940 seguía siendo el documento legal legítimo que debía ser restaurado una vez que se eliminara el gobierno dictatorial de Batista.


La Promesa de Restitución Constitucional

Fidel Castro, desde los inicios de su lucha armada en 1953 con el asalto al cuartel Moncada, justificó sus acciones en la necesidad de restaurar la Constitución de 1940 y el orden democrático. En su famoso discurso de autodefensa, conocido como "La Historia me absolverá", Castro afirmó que su objetivo principal era restituir los derechos y libertades consagrados en dicha Constitución. Esto le ganó apoyo popular, especialmente entre aquellos que veían en el gobierno de Batista una traición a los principios democráticos.


Cuando el Ejército Rebelde triunfó y Batista huyó de Cuba el 1 de enero de 1959, se esperaba que se cumplieran las promesas de volver al marco constitucional de 1940. Sin embargo, en lugar de restaurar la legalidad democrática, Castro y sus aliados empezaron a consolidar el poder mediante una serie de maniobras políticas y militares que transformaron lo que se presentaba como una "revolución liberadora" en una dictadura de partido único.


La Imposición de la Fuerza Militar y la Centralización del Poder

El 1 de enero de 1959, tras la salida de Batista, el país se encontraba en una situación de vacío de poder. En ese momento, existían múltiples facciones políticas que abogaban por la restauración de la Constitución de 1940 y por la celebración de elecciones libres. Sin embargo, el Ejército Rebelde, que había luchado en las montañas, se presentó como la fuerza dominante, imponiendo su control sobre el país. Aunque se formó un gobierno provisional con Manuel Urrutia como presidente y José Miró Cardona como primer ministro, Castro rápidamente ejerció un poder que iba mucho más allá de los cargos oficiales que tenía en ese momento.


El Ejército Rebelde, que inicialmente contaba con un número relativamente reducido de combatientes, fue utilizado como instrumento de coerción política. En lugar de desmovilizarse o subordinarse a las instituciones civiles, el ejército se mantuvo como una fuerza que respondía directamente a Fidel Castro. Esto marcó una ruptura con la tradición de un ejército subordinado a la autoridad civil, que es un principio básico de cualquier democracia constitucional.


A medida que el gobierno provisional se organizaba, Castro consolidaba su control absoluto. Desde su cargo como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, dirigió la purga de aquellos que no estaban alineados con su visión revolucionaria. En particular, Manuel Urrutia, que había sido un aliado de la Revolución, fue forzado a renunciar en julio de 1959, después de ser acusado de posiciones contrarrevolucionarias, y fue reemplazado por Osvaldo Dorticós, un político más dócil y afín a los objetivos de Castro. De esta manera, se eliminó cualquier intento de mantener un sistema de gobierno pluralista o democrático.


La Consolidación del Poder Absoluto

Una vez que Castro consolidó su poder, el proceso de centralización continuó. La Ley Fundamental de 1959, que reemplazó la Constitución de 1940, otorgó poderes extraordinarios al Consejo de Ministros, permitiendo al gobierno gobernar por decreto sin necesidad de pasar por la Asamblea Nacional, lo que eliminó cualquier forma de balance de poderes.


Entre las primeras acciones de este nuevo gobierno estuvo la "depuración" política, que incluyó la persecución de opositores, el encarcelamiento de antiguos aliados que se mostraban críticos con el rumbo de la Revolución, y la eliminación de figuras políticas que aún defendían la idea de un retorno a la Constitución de 1940. Esta "depuración" fue acompañada por los juicios revolucionarios, muchos de los cuales resultaron en la ejecución de oficiales y funcionarios del antiguo régimen, sin las debidas garantías procesales, como lo demuestran los numerosos casos de fusilamientos sin juicio justo.


En febrero de 1959, Castro asumió formalmente el cargo de primer ministro, aunque de facto ya controlaba todos los aspectos del gobierno. Desde esa posición, impulsó la nacionalización de la economía, la colectivización de la tierra y la creación de un Estado totalitario que controlaba todos los aspectos de la vida política, económica y social de los cubanos. La idea de restaurar la Constitución de 1940 se abandonó completamente.


El Golpe de Estado de Hecho

Lo que ocurrió en Cuba no fue solo una simple toma del poder, sino un golpe de estado de facto. Un golpe de estado implica la toma del control del aparato estatal por medios inconstitucionales, y eso es exactamente lo que ocurrió en Cuba entre 1959 y 1961. Fidel Castro y el Ejército Rebelde usurparon la legitimidad constitucional y establecieron una nueva estructura de poder sin el consentimiento del pueblo ni el respeto por las instituciones legales existentes.


En lugar de elecciones, Cuba se transformó en una dictadura personalista con un solo partido (el Partido Comunista) en el poder. La promesa de restaurar la democracia y los derechos constitucionales fue abandonada, y el control se consolidó mediante una mezcla de coerción militar y propaganda.


La "Legalización" del Régimen: Constitución de 1976

Para dar una fachada de legitimidad a este nuevo sistema, el gobierno de Castro introdujo una nueva Constitución en 1976, que no restauraba la de 1940, sino que institucionalizaba un Estado totalitario, declarando al Partido Comunista como la única fuerza política legítima y eliminando cualquier posibilidad de alternancia en el poder. En este sentido, la Revolución Cubana no fue una mera transformación política, sino un golpe de estado permanente que destruyó las bases de la democracia cubana.


Conclusión

El Ejército Rebelde, bajo el liderazgo de Fidel Castro, no solo derrocó a Batista, sino que también dio un golpe de estado a la Constitución de 1940 y al orden democrático en Cuba. Aunque prometieron restaurar las libertades constitucionales, lo que siguió fue un proceso de consolidación de poder basado en la coerción, la represión política y la eliminación de cualquier vestigio de democracia. Las promesas de elecciones libres y retorno a la Constitución nunca se cumplieron, y en su lugar, se instaló un sistema de poder absoluto que ha persistido durante más de seis décadas, protegido por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).


2. Creación de las FAR: Ejército para Defender la Revolución.


El establecimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en Cuba no fue un proceso espontáneo ni un paso más en la consolidación de una estructura militar para defender los intereses del pueblo cubano o la soberanía nacional, sino que fue, desde su origen, un mecanismo creado para garantizar la perpetuación del poder del Partido Comunista y, sobre todo, la defensa de lo que los líderes revolucionarios definieron como "la Revolución". Para comprender plenamente la creación y el propósito de las FAR, es esencial analizar cómo el régimen de Fidel Castro construyó un ejército ideológico, cuya misión no era la defensa de una nación democrática, sino la protección de un sistema autoritario.


El Origen de las FAR: Defensa de la Revolución, No de la Nación

Tras el triunfo de la Revolución en 1959, el Ejército Rebelde se convirtió en la institución más poderosa de Cuba. Aunque al principio se habló de restaurar la Constitución de 1940, que establecía un marco democrático, el régimen de Fidel Castro no tardó en consolidar su poder y eliminar cualquier posibilidad de retorno a un sistema democrático. En lugar de un ejército que defendiera las garantías constitucionales o el derecho del pueblo a elegir su futuro, se creó un ejército con la misión expresa de defender la Revolución y sus logros.


El propio nombre de las Fuerzas Armadas Revolucionarias es indicativo de su propósito. No son las "fuerzas armadas nacionales" o un "ejército de la república", como en otros países, sino un ejército que responde directamente a la Revolución, lo que implica un compromiso con la ideología y los intereses del Partido Comunista.


El carácter ideológico de las FAR se consolidó en los primeros años del régimen con la ayuda de asesores soviéticos, quienes influyeron en la doctrina militar y en la organización del aparato militar cubano. Las FAR se convirtieron rápidamente en una fuerza al servicio del régimen socialista, siguiendo una estructura similar a la del ejército soviético, donde la lealtad al Partido Comunista estaba por encima de todo.


Las FAR Como Herramienta de Control Interno y Externo

Desde sus inicios, las FAR no solo se constituyeron para proteger a Cuba de amenazas externas, sino que su principal misión ha sido la defensa interna del régimen y la supresión de cualquier tipo de oposición política. El Ejército Rebelde, transformado en las FAR, se erigió como una institución encargada de proteger los logros de la Revolución, entendidos como la perpetuación del sistema comunista y la permanencia del Partido Comunista en el poder.


Uno de los primeros indicios de esta función interna de las FAR fue la forma en que la Revolución cubana trató a los antiguos combatientes del Movimiento 26 de Julio y otros grupos insurgentes que habían luchado contra la dictadura de Batista. Mientras que muchos esperaban que el nuevo régimen promoviera la pluralidad de opiniones y partidos políticos, Castro y sus aliados rápidamente purgaron a aquellos que no compartían su visión del socialismo cubano. Las FAR jugaron un papel crucial en la consolidación del poder de Castro, eliminando cualquier amenaza interna al nuevo régimen.


A lo largo de la historia de la Revolución, las FAR se han encargado de la represión de movimientos internos de oposición, como ocurrió en las décadas de 1960 y 1970, cuando decenas de miles de cubanos fueron detenidos, encarcelados o ejecutados por oponerse al régimen comunista. Las FAR, junto con el Ministerio del Interior (MININT), fueron clave en la represión de disidentes, desde pequeños grupos de resistencia en las montañas del Escambray hasta la vigilancia y el control de cualquier manifestación de descontento político.


El 11 de julio de 2021 es un ejemplo moderno de cómo las FAR, junto con las fuerzas de seguridad del Estado, han actuado como un instrumento represivo para asegurar la permanencia del régimen. Ante las protestas masivas en varias ciudades de la isla, donde los cubanos exigían libertad, mejoras económicas y el fin de la represión, las FAR y el aparato de seguridad respondieron con arrestos arbitrarios, uso excesivo de la fuerza y el encarcelamiento de cientos de manifestantes pacíficos. En lugar de permitir la libre expresión y el derecho a la protesta, las FAR desempeñaron el papel de garantes de la continuidad del sistema, sofocando cualquier posibilidad de cambio político.


El Papel Ideológico de las FAR: Un Ejército de Partido

En un sistema democrático, las fuerzas armadas suelen estar bajo el mando de las instituciones del Estado, y su lealtad es a la Constitución y a la soberanía nacional. Su papel es proteger a la nación en su conjunto, sin involucrarse en la política interna ni en los conflictos ideológicos. Sin embargo, en Cuba, las FAR están subordinadas directamente al Partido Comunista, como lo establece claramente la Constitución de 2019 en su Artículo 5, donde se consagra al Partido Comunista como la "fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado". Las FAR, por lo tanto, responden al Partido y no a los ciudadanos cubanos.

Este vínculo entre las FAR y el Partido Comunista hace que el ejército cubano funcione más como una milicia partidista que como una institución nacional. Su objetivo principal es proteger el poder del Partido y asegurar la implementación de su ideología. En la práctica, esto ha significado la eliminación de cualquier forma de pluralismo político y la persecución de aquellos que cuestionan la legitimidad del sistema.


El control ideológico de las FAR también se refuerza mediante un sistema de adoctrinamiento político. Desde su formación, los oficiales y soldados de las FAR reciben una educación ideológica basada en los principios del marxismo-leninismo y en la lealtad absoluta al Partido Comunista y a los líderes de la Revolución. Este adoctrinamiento asegura que las FAR no solo actúen como un ejército tradicional, sino como un cuerpo ideológico que defiende activamente los intereses del Partido.


El Rol Regional y Global de las FAR: Exportando la Revolución

Aunque las FAR han jugado un papel clave en la represión interna y la protección del régimen, también han sido utilizadas como un instrumento de política exterior para promover la Revolución cubana a nivel global. Durante la Guerra Fría, Cuba, bajo el liderazgo de Fidel Castro, exportó su ideología revolucionaria a varios países de América Latina y África. Las FAR estuvieron involucradas en conflictos como la guerra civil de Angola y otras intervenciones militares en África, América Latina y el Caribe, donde el objetivo no era la defensa de la soberanía cubana, sino la promoción de la ideología comunista y la expansión de la influencia de la Revolución cubana.


Esta exportación de la Revolución y la participación de las FAR en conflictos internacionales, a menudo alineadas con los intereses de la Unión Soviética, refuerza la idea de que las FAR no son un ejército nacional, sino un ejército al servicio de una ideología. En lugar de defender los intereses del pueblo cubano, las FAR han sido utilizadas para promover los objetivos geopolíticos del régimen, incluso a costa de la vida de miles de soldados cubanos que murieron en conflictos en el extranjero.


Conclusión: Las FAR como Garantes de la Dictadura

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba no fueron creadas para proteger a la nación cubana o para garantizar los derechos del pueblo, sino para consolidar y perpetuar el poder del Partido Comunista y la Revolución. Desde su fundación, las FAR han actuado como un brazo militar al servicio de una ideología política, suprimiendo cualquier oposición interna y defendiendo la élite gobernante. En lugar de proteger los derechos de los ciudadanos, las FAR han sido responsables de la represión interna, asegurando que cualquier disidencia política sea eliminada, y han actuado como un instrumento de control y represión, asegurando la supervivencia de un régimen que no responde a los intereses del pueblo cubano, sino a los intereses de una pequeña élite política.


En este sentido, las FAR han sido un ejército de mercenarios al servicio de una dictadura, defendiendo los privilegios de una cúpula de poder, en lugar de actuar como defensores de la soberanía y los derechos del pueblo cubano.


3. El Carácter Fascista de la Constitución Cubana


El análisis del carácter fascista de la Constitución cubana requiere un enfoque más profundo que conecte los principios constitucionales con las prácticas totalitarias del régimen, las cuales son características de los sistemas fascistas y autoritarios. Este argumento se puede fortalecer explicando cómo se establece la supremacía del Partido Comunista, cómo la Constitución elimina la posibilidad de oposición y disidencia, y cómo se criminaliza cualquier intento de cambio democrático. Aquí se desarrollan estos puntos, apoyados en citas y hechos históricos.


La Supremacía del Partido Comunista y el Estado Totalitario

El Artículo 5 de la Constitución cubana de 2019 establece que el Partido Comunista de Cuba (PCC) es "la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado." Esto significa que el Partido no solo tiene el control de las instituciones políticas, sino que está por encima de la propia Constitución y de los ciudadanos cubanos. En cualquier sistema democrático, la soberanía reside en el pueblo, que delega poder temporalmente a sus representantes; sin embargo, en el sistema cubano, la soberanía reside en el Partido Comunista, lo que viola los principios básicos del Estado de derecho y de la separación de poderes.


En los regímenes fascistas, como los de Mussolini en Italia o Hitler en Alemania, se estableció una estructura similar: el Estado y el Partido se fusionan, y el poder político y social queda concentrado en un solo partido. Bajo estos sistemas, el pluralismo es inexistente, y las instituciones estatales son simples herramientas para implementar la ideología del partido gobernante.


El hecho de que el PCC esté por encima de la propia Constitución y de la voluntad popular es un reflejo directo de este tipo de régimen autoritario. El Partido controla todas las ramas del gobierno —ejecutivo, legislativo y judicial— y también regula todos los aspectos de la vida social y económica. Cualquier forma de sociedad civil independiente, ya sea a través de sindicatos, organizaciones comunitarias o medios de comunicación, está subordinada a los intereses del Partido.


El Sistema Socialista "Irrevocable": Criminalización de la Disidencia

El Artículo 4 de la Constitución de 2019 establece que "la defensa de la patria socialista es el más grande honor y el deber supremo de cada cubano" y, además, declara que "el sistema socialista que refrenda esta Constitución, [...] es irrevocable." Esta cláusula no solo impone una prohibición absoluta sobre cualquier forma de reforma o cambio de régimen, sino que también convierte cualquier intento de modificación en un acto de traición a la patria. Esta criminalización de la disidencia es un elemento clave de los regímenes fascistas, donde la oposición política no solo es vista como ilegal, sino como inmoral y traidora.


La irreversibilidad del sistema político, garantizada constitucionalmente, cierra cualquier espacio para la participación política más allá del Partido Comunista. Esto significa que no existe la posibilidad de un cambio pacífico a través de procesos democráticos como elecciones libres o referendos. En los regímenes democráticos, la alternancia en el poder es una característica esencial; en Cuba, el poder está permanentemente secuestrado por una élite revolucionaria que se asegura de que cualquier crítica sea aplastada.


El fascismo y otros sistemas autoritarios dependen de la creación de un enemigo interno —los "traidores"— que justifique la represión. En Cuba, la disidencia política y cualquier forma de crítica al sistema socialista son vistas como amenazas existenciales al régimen. Este rasgo refleja una de las características principales del fascismo: la exclusión sistemática de la oposición política y la demonización de cualquier forma de disidencia.


Control Totalitario del Estado sobre la Sociedad

En el fascismo, como en el régimen cubano, el Estado controla no solo las instituciones políticas, sino también todos los aspectos de la vida económica, social y cultural. En Cuba, esto se refleja en varios aspectos:


  • Control de los medios de comunicación: Los medios de comunicación en Cuba están bajo control estatal. No existe la libertad de prensa, y los medios independientes son perseguidos. Esto es un mecanismo común en los regímenes fascistas para controlar la narrativa oficial y evitar que se difundan ideas contrarias al Estado.


  • Control de la economía: La Constitución de 2019 refuerza el control del Estado sobre los sectores clave de la economía, al tiempo que permite algunas formas limitadas de propiedad privada, pero bajo una estricta supervisión del Partido. Esto refleja un sistema donde el corporativismo estatal, otra característica del fascismo, asegura que la economía sirva a los intereses del régimen, no del pueblo.


  • Adoctrinamiento ideológico: En Cuba, desde la infancia, los ciudadanos están sujetos a un sistema educativo que adoctrina a favor del Partido Comunista y la Revolución. Esto es típico en regímenes fascistas, donde la educación y la cultura se utilizan para inculcar la lealtad al partido y al Estado.


El Estado como Instrumento de Represión

El sistema cubano, similar a los regímenes fascistas, utiliza al Estado como un instrumento de represión para sofocar cualquier forma de disidencia. El Código Penal cubano incluye figuras legales que criminalizan el activismo político independiente, como el delito de "peligrosidad predelictiva", que permite la detención de personas bajo la acusación de que podrían cometer delitos en el futuro. Esta táctica de represión preventiva es característica de los regímenes totalitarios, donde el Estado actúa no para prevenir el crimen, sino para eliminar a los oponentes políticos.


Además, la persecución de los derechos humanos y la libertad de expresión se ha vuelto una norma en Cuba, con frecuentes detenciones arbitrarias de activistas, periodistas independientes y líderes religiosos que se atreven a criticar el sistema. Este tipo de represión directa también refleja los métodos de control social en regímenes fascistas, donde el Estado recurre a la fuerza para silenciar a sus críticos y mantener el control total sobre la sociedad.


Comparación con Regímenes Fascistas Históricos

Existen similitudes claras entre la estructura política cubana y los regímenes fascistas del siglo XX, como los de Mussolini y Hitler. Ambos establecieron un partido único que dominaba todos los aspectos de la vida política y social, criminalizaron la oposición, y utilizaron una combinación de represión, propaganda y adoctrinamiento para mantener su control sobre la población.


En Cuba, al igual que en Italia y Alemania bajo el fascismo, la ideología del partido es tratada como la única verdad legítima, y cualquier desviación de esta es considerada traición. Además, la irreversibilidad del sistema socialista recuerda el carácter totalitario de estos regímenes, donde el partido se veía a sí mismo como el guardián de un proyecto político irreversible, justificado por una misión histórica que trasciende a la nación.


El Papel de las FAR en la Protección del Régimen

Como se mencionó previamente, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en Cuba juegan un papel fundamental en la protección del régimen. Similar a las milicias fascistas o a los camisas negras de Mussolini, las FAR no están diseñadas para proteger a la nación, sino para salvaguardar el sistema político y reprimir cualquier amenaza interna. Este uso de las fuerzas armadas como una herramienta de control social y represión política es otra característica del fascismo, donde el aparato militar es leal al partido en lugar de a la nación.


Conclusión

La Constitución cubana refleja un sistema donde el Partido Comunista es la entidad suprema que controla todos los aspectos de la vida política, social y económica. La eliminación de cualquier posibilidad de alternancia en el poder, la criminalización de la disidencia y la subordinación de todas las instituciones al Partido hacen que el régimen cubano comparta características esenciales con los regímenes fascistas del siglo XX. Estas características incluyen la falta de pluralismo político, el control totalitario sobre la sociedad y la economía, y el uso de las fuerzas armadas y el Estado para reprimir cualquier forma de disenso.


4. Las FAR como Ejército de Mercenarios al Servicio de la Élite


Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Cuba han sido, desde su creación, un aparato militar diseñado no para proteger a la nación en su sentido más amplio, sino para preservar los intereses de una élite política que controla el país desde 1959. A lo largo de la historia cubana posterior a la Revolución, las FAR han demostrado ser un ejército cuyo principal objetivo es garantizar la permanencia del régimen de Fidel Castro primero, y de su sucesor Raúl Castro y el Partido Comunista después, en detrimento del bienestar y las libertades del pueblo cubano. La relación entre las FAR y la élite política del país convierte a este ejército en una estructura de mercenarios, leales a la "Revolución" y no a los intereses de la nación.


Las FAR y su Papel en la Consolidación del Poder

Desde el triunfo de la Revolución en 1959, el ejército rebelde, que más tarde se consolidaría en las FAR, se transformó en una institución diseñada no para defender los derechos y garantías constitucionales de los cubanos, sino para afianzar la autoridad del nuevo régimen revolucionario. Este ejército, bajo la dirección de Fidel Castro, comenzó a expandir su control sobre todas las esferas del poder en la isla, desde la economía hasta la política exterior. Su propósito era doble: eliminar cualquier amenaza externa que pusiera en peligro la Revolución y reprimir a la disidencia interna que cuestionara el poder absoluto de la nueva élite revolucionaria.


En este contexto, las FAR se convirtieron en el guardián de la "Revolución" y de sus líderes, quienes no dudaron en utilizar este ejército para consolidar su poder, eliminando cualquier forma de oposición política. A partir de ese momento, la lealtad de las FAR no fue al pueblo cubano ni a la Constitución, sino al grupo que dirigía el Estado, es decir, a la cúpula del Partido Comunista.


El Carácter Mercenario de las FAR: Lealtad a la Revolución, No al Pueblo

En regímenes democráticos, las fuerzas armadas suelen ser apolíticas y tienen como función primordial la defensa de la soberanía nacional y la protección de los derechos de sus ciudadanos. En el caso de Cuba, las FAR no se ajustan a este principio. En lugar de actuar como defensores de la nación cubana en su conjunto, las FAR se han convertido en un instrumento al servicio de la élite política que gobierna bajo el manto de la Revolución.


El término "mercenario" se utiliza para describir a quienes luchan o sirven en conflictos armados no por lealtad o deber patriótico, sino por la defensa de intereses particulares o a cambio de recompensas. Las FAR se ajustan a esta definición, ya que su misión no es proteger a los cubanos ni salvaguardar sus libertades, sino defender los intereses del Partido Comunista y de sus líderes, quienes han monopolizado el poder en la isla durante más de seis décadas. La verdadera función de las FAR ha sido mantener la estructura política y económica que sostiene a una pequeña élite, mientras se desatienden las necesidades del pueblo cubano.


La Represión del Pueblo Cubano: Las FAR como Fuerza Opresora

Un ejemplo claro del carácter mercenario de las FAR se encuentra en su papel durante las protestas del 11 de julio de 2021. En este evento histórico, miles de cubanos salieron a las calles en más de 60 ciudades de todo el país para expresar su frustración ante la crisis económica, la falta de libertades políticas y las condiciones de vida en la isla. Estas manifestaciones espontáneas, sin precedentes en la historia reciente de Cuba, fueron un grito desesperado de un pueblo cansado de la represión y la miseria.


En lugar de escuchar las demandas legítimas de los manifestantes y proteger su derecho a la protesta pacífica, el régimen respondió con una represión brutal. Las FAR, junto con las fuerzas de seguridad del Ministerio del Interior (MININT), se desplegaron rápidamente para reprimir a los manifestantes. Se reportaron enfrentamientos violentos, arrestos masivos, agresiones físicas, e incluso disparos en algunas áreas. Más de 1,000 personas fueron detenidas durante y después de las protestas, y muchas de ellas enfrentaron cargos de "sedición", con sentencias que van desde varios años de prisión hasta cadena perpetua. Las FAR no actuaron como defensoras del pueblo, sino como un aparato represivo al servicio del Partido Comunista, cuyo objetivo era acallar cualquier forma de disidencia.


Este evento demostró de manera inequívoca que la misión principal de las FAR no es proteger a los ciudadanos cubanos, sino mantener en el poder a una élite política que ha secuestrado el destino del país. El uso de la violencia contra manifestantes desarmados es la prueba más clara del carácter mercenario de las FAR, que actúan como una fuerza opresora en lugar de una defensora de los derechos del pueblo.


El Rol de las FAR en la Economía Cubana: Control de Recursos para la Élite

Además de su función represiva, las FAR también juegan un papel crucial en la economía cubana, lo que refuerza su carácter mercenario al servicio de la élite. Bajo el liderazgo de Raúl Castro, las FAR han adquirido un control creciente sobre sectores estratégicos de la economía cubana, a través de conglomerados empresariales como GAESA (Grupo de Administración Empresarial S.A.). GAESA, dirigido por oficiales militares de alto rango, controla una amplia gama de actividades económicas, desde el turismo hasta las telecomunicaciones, pasando por el comercio minorista y mayorista.


Este control sobre la economía refuerza el poder de las FAR y las convierte en una fuerza mercenaria que administra los recursos del país en beneficio de la élite política. Los beneficios económicos generados por GAESA no se distribuyen equitativamente entre el pueblo cubano, sino que se utilizan para mantener los privilegios de la élite gobernante, mientras la población en general sigue enfrentando escasez crónica de alimentos, medicinas y bienes básicos. Las FAR, a través de su control económico, se han convertido en los principales administradores de los recursos de la nación en favor de unos pocos.


Participación de las FAR en Conflictos Internacionales: Soldados al Servicio de la Revolución Global

Otro aspecto del carácter mercenario de las FAR es su participación en conflictos internacionales, no en defensa de los intereses del pueblo cubano, sino como parte de la agenda internacionalista del régimen. Desde la década de 1960, Cuba ha enviado soldados y personal militar a numerosos países, principalmente en África y América Latina, para apoyar a movimientos guerrilleros y regímenes socialistas afines. Angola, Etiopía, Nicaragua, y más recientemente Venezuela, son solo algunos ejemplos de países donde las FAR han desplegado tropas y asesores militares.


Estas intervenciones no tienen como objetivo proteger a Cuba o sus ciudadanos, sino avanzar la agenda política e ideológica del régimen cubano, apoyando a regímenes aliados o movimientos insurgentes que comparten la misma visión marxista-leninista. En lugar de actuar como un ejército nacional que defiende la soberanía cubana, las FAR se han comportado como mercenarios ideológicos, luchando en conflictos que no están relacionados con la seguridad de la isla, sino con la expansión de la influencia revolucionaria.


Las FAR y el Crimen de Lesa Patria

El comportamiento de las FAR no solo las convierte en mercenarios al servicio de la élite, sino que también puede ser visto como un crimen de lesa patria. Las FAR traicionan los intereses del pueblo cubano al actuar en su contra, reprimiendo sus derechos y saqueando los recursos del país en beneficio de unos pocos. La continua lealtad de las FAR a un sistema que oprime y empobrece al pueblo cubano puede considerarse una traición a la patria misma, ya que su misión debería ser defender a la nación y a sus ciudadanos, no a una élite que ha secuestrado el destino del país.


Conclusión

Las FAR en Cuba han dejado de ser un ejército al servicio del pueblo para convertirse en una fuerza mercenaria al servicio de la élite política que controla el país. Su lealtad está con el Partido Comunista y no con la nación cubana, y su función principal es mantener en el poder a una pequeña cúpula gobernante, mientras el pueblo sufre las consecuencias de décadas de represión y pobreza. Su papel en la represión interna, el control de la economía y su participación en conflictos internacionales en nombre de la Revolución, demuestran que las FAR son, en esencia, una fuerza militar que traiciona los intereses del pueblo cubano en favor de una élite que ha monopolizado el poder desde 1959.


5. Crímenes de Lesa Patria


El concepto de crimen de lesa patria implica la comisión de actos que traicionan gravemente los intereses fundamentales de una nación, particularmente cuando un gobierno o un ejército, cuya función es defender a la sociedad, actúa en contra de ella. En el caso de Cuba, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), junto con otros aparatos de seguridad como el Ministerio del Interior (MININT), han sido actores centrales en la represión y perpetuación de un régimen que sistemáticamente violenta los derechos fundamentales de los ciudadanos. El papel que juegan las FAR, lejos de ser protector de la soberanía del pueblo cubano, se alinea con los intereses de una élite política que utiliza la violencia estatal como herramienta de control.


Este sistema represivo constituye un crimen de lesa patria en varios aspectos clave: la represión de la disidencia, la negación de derechos fundamentales y la perpetuación de un sistema antidemocrático. A continuación, se desarrollan estos puntos con más detalle.


Reprimir la Disidencia: Silenciar al Pueblo

El papel principal de las FAR y las fuerzas de seguridad en Cuba ha sido reprimir cualquier forma de disidencia política o social, lo que representa un acto directo de traición contra el pueblo cubano. En lugar de proteger las libertades individuales que son inherentes a toda sociedad democrática, estas instituciones han adoptado un enfoque de violencia sistemática y vigilancia constante para asegurar que cualquier manifestación de descontento sea eliminada antes de que pueda representar una amenaza real para el poder establecido.


Uno de los ejemplos más recientes y emblemáticos es la brutal represión de las protestas del 11 de julio de 2021 (11J), donde miles de cubanos tomaron las calles para manifestarse en contra de las penurias económicas, la escasez de alimentos y medicinas, y la falta de libertades políticas. Ante estas manifestaciones pacíficas, las FAR y las fuerzas policiales respondieron con una represión violenta, que incluyó golpizas, arrestos arbitrarios, desapariciones forzadas y juicios sumarios. Amnistía Internacional y otras organizaciones internacionales de derechos humanos documentaron estos abusos, describiéndolos como un intento de aplastar cualquier forma de disidencia y asegurar el control del Estado sobre la población.


Además, el uso del Código Penal cubano y el sistema judicial como herramientas de represión convierte a las FAR en cómplices de un aparato represivo. Los manifestantes del 11J fueron procesados bajo cargos como "sedición" o "desorden público", lo cual es una distorsión deliberada de la ley para criminalizar la protesta legítima. En este contexto, las FAR no actúan como protectoras del pueblo, sino como verdugos de un sistema que traiciona los valores de justicia y libertad.


Negar Derechos Básicos: Violaciones Sistemáticas de los Derechos Humanos

Un gobierno que niega derechos fundamentales como la libertad de expresión, de asociación y de participación política está traicionando el contrato social entre el Estado y su ciudadanía. Las FAR, al proteger este sistema que restringe libertades esenciales, se convierten en perpetradores de crímenes de lesa patria al priorizar los intereses de una élite por encima del bienestar y los derechos del pueblo.


El Artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos consagra el derecho a la libertad de opinión y expresión. Sin embargo, en Cuba, cualquier forma de expresión contraria al Partido Comunista o la "Revolución" es vista como una amenaza. La represión sistemática a periodistas independientes, activistas, artistas y ciudadanos comunes es un indicador claro de esta negación de derechos. Casos como el de José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), que ha sido encarcelado y acosado repetidamente por sus actividades políticas, subrayan la naturaleza represiva del régimen y la complicidad de las FAR en mantener este estado de opresión.


El hecho de que las FAR y las fuerzas de seguridad del Estado participen en la vigilancia constante de los ciudadanos a través de estructuras como los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) o el sistema de "chivatismo" (donde los ciudadanos son alentados a espiar y denunciar a sus vecinos) convierte a estas instituciones en enemigos directos de los derechos humanos básicos. El control total sobre los medios de comunicación, sumado a la represión de las redes sociales y el Internet (como el corte del servicio durante las protestas del 11J), representa otro acto de traición contra el pueblo, al negarles la capacidad de organizarse y de expresarse libremente.


Sostener un Sistema Antidemocrático: Perpetuar la Dictadura

Uno de los pilares de un crimen de lesa patria es la perpetuación de un sistema político que niega la capacidad del pueblo de decidir su propio futuro. En este sentido, las FAR actúan como el guardián del sistema antidemocrático cubano, protegiendo no a la nación, sino a una clase gobernante que mantiene un control absoluto sobre el Estado y sus recursos.


La Constitución cubana de 2019, en su Artículo 5, refuerza la supremacía del Partido Comunista, estableciendo que es "la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado". Esta disposición elimina cualquier posibilidad de pluralismo político o de alternancia en el poder, características esenciales de una democracia genuina. Al defender este sistema de partido único, las FAR y las fuerzas de seguridad no solo traicionan al pueblo cubano, sino que además legitiman un sistema de poder totalitario que niega la posibilidad de participación política libre.


La ausencia de elecciones libres y justas, el control total de los medios por parte del Estado, y la imposibilidad de formar partidos políticos alternativos son indicativos de un sistema diseñado para mantener a la élite en el poder indefinidamente. Las FAR, al defender este sistema, cometen un crimen de lesa patria, ya que impiden que el pueblo cubano pueda ejercer su derecho soberano de elegir a sus gobernantes y de decidir el curso de su nación.


Instrumentalización de las FAR: Un Ejército al Servicio de la Élite

Es importante señalar que, mientras el pueblo cubano sufre bajo la escasez de recursos básicos, las élites del Partido Comunista y los altos mandos de las FAR disfrutan de privilegios que no están disponibles para la mayoría de los ciudadanos. Las FAR controlan gran parte de la economía cubana, gestionando empresas y sectores clave como el turismo, el transporte y las telecomunicaciones a través de conglomerados como GAESA (Grupo de Administración Empresarial S.A.). Este tipo de estructura económica asegura que los beneficios de las principales industrias del país se concentren en manos de unos pocos.


Este tipo de organización refleja claramente un sistema de mercenarismo interno, donde el ejército y las fuerzas de seguridad actúan como una mafia corporativa, asegurando los intereses de sus líderes políticos y económicos a expensas de la mayoría de la población. Al utilizar los recursos del país para enriquecer a una élite mientras el pueblo padece necesidades, las FAR cometen un acto de traición contra la nación, que debería ser juzgado como un crimen de lesa patria.


Conclusión: La Traición del Ejército al Pueblo Cubano

En resumen, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (FAR), junto con los demás aparatos de seguridad del Estado, han traicionado gravemente al pueblo cubano, convirtiéndose en el principal instrumento de represión y perpetuación de un régimen dictatorial. Al reprimir la disidencia, negar derechos básicos y sostener un sistema antidemocrático, las FAR han cometido crímenes de lesa patria al traicionar su misión fundamental de proteger al pueblo. En lugar de ser una fuerza que defienda los intereses de la nación, las FAR actúan como mercenarios al servicio de una élite política que ha secuestrado el destino de Cuba durante más de seis décadas.


Conclusión: El Ejército Cubano como Instrumento de Poder y Represión


El Ejército cubano, formalmente conocido como las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), ha evolucionado desde sus raíces como un ejército insurgente luchando contra la dictadura de Fulgencio Batista, hasta convertirse en el pilar central de la élite política cubana, consolidada en el Partido Comunista de Cuba (PCC). Aunque la narrativa oficial sostiene que las FAR son defensoras de la Revolución y protectoras del pueblo cubano, la realidad es que este ejército ha sido diseñado, desde sus inicios, para asegurar la permanencia en el poder de una élite política, a expensas del bienestar, los derechos y las libertades del pueblo. En lugar de ser una fuerza de defensa nacional al servicio del interés colectivo, las FAR se han convertido en el instrumento represivo de un régimen dictatorial, perpetuando un sistema autoritario que niega las garantías constitucionales y los derechos fundamentales de los cubanos.


Las FAR como brazo armado de la élite política

La creación y evolución de las FAR refleja un diseño claro: servir como una herramienta de represión política y de perpetuación de un sistema unipartidista. Desde la consolidación del poder de Fidel Castro, las FAR han sido responsables no solo de la defensa militar de la isla frente a amenazas externas, sino también del control interno, asegurando que no haya desafíos al Partido Comunista. Este enfoque se aparta de lo que es tradicionalmente esperado de un ejército nacional, que debería estar al servicio de la defensa de la soberanía nacional y la protección de las garantías constitucionales.


En su lugar, las FAR están subordinadas al Partido Comunista, que ha monopolizado el poder desde la década de 1960. Esto convierte al ejército cubano en un ejército ideológico, donde la lealtad no es al país ni al pueblo, sino a una élite política y a un proyecto revolucionario que, en la práctica, ha degenerado en una dictadura de partido único.


La Constitución de 1976 y 2019: el marco legal del autoritarismo

La estructura constitucional de Cuba, reflejada en las Constituciones de 1976 y 2019, institucionaliza la supremacía del Partido Comunista sobre todas las instituciones, incluyendo el propio Estado y las fuerzas armadas. Esta relación crea un círculo vicioso en el que el Partido Comunista actúa como el poder supremo y las FAR garantizan la permanencia de ese poder. La Constitución de 1976, que reemplazó el marco democrático de la Constitución de 1940, fue un primer paso para legitimar esta concentración de poder. En su Artículo 5, la Constitución cubana declara al Partido Comunista como "la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado", una frase que establece de manera explícita que ninguna otra institución —ni el parlamento, ni los tribunales, ni las fuerzas armadas— puede operar fuera de la supervisión del Partido.


La versión más reciente de la Constitución, aprobada en 2019, mantiene esta jerarquía inalterada. Además, añade un nuevo nivel de rigidez, al declarar en su Artículo 4 que "el sistema socialista que respalda esta Constitución, refrendado por nuestro pueblo, es irrevocable". En términos prácticos, esto significa que cualquier intento de cambiar el sistema es considerado una traición a la patria, eliminando por completo cualquier posibilidad de pluralismo político o transición democrática. Esto convierte a las FAR en las guardianas no de la patria, sino de una ideología y un grupo de poder. Cualquier disidencia política es vista como una amenaza al sistema, y las FAR actúan para reprimir cualquier forma de resistencia, perpetuando un ciclo de control autoritario.


El papel represivo de las FAR

A lo largo de las décadas, las FAR han sido utilizadas para sofocar protestas, aplastar movimientos disidentes y mantener el control total del Partido Comunista. El evento más reciente y emblemático de esta represión fue la respuesta brutal a las manifestaciones del 11 de julio de 2021, cuando miles de cubanos salieron a las calles en una protesta pacífica contra la escasez, el hambre y la falta de libertades en la isla. Las autoridades, incluyendo a las FAR y al Ministerio del Interior, reprimieron a los manifestantes con violencia, arrestos masivos y juicios sumarios. Según Amnistía Internacional, el régimen cubano ha utilizado a las fuerzas de seguridad para detener y encarcelar a disidentes, activistas, artistas y periodistas que han criticado al gobierno, lo que constituye una clara violación de los derechos humanos.


En lugar de proteger al pueblo, las FAR se dedican a controlar a la población y a defender los intereses del Partido Comunista. En términos de derecho internacional, esto puede constituir crímenes de lesa humanidad, ya que el régimen utiliza la violencia sistemática para suprimir los derechos fundamentales de los ciudadanos cubanos. En este contexto, las FAR actúan como un ejército de mercenarios al servicio de una oligarquía política, en lugar de un ejército nacional que defienda la soberanía y la dignidad de la nación cubana.


Las FAR y el concepto de crimen de lesa patria

El término "crimen de lesa patria" adquiere un significado profundo en el contexto cubano, donde un ejército que debería defender a su gente ha traicionado su mandato al ponerse al servicio de una élite. Un ejército nacional tiene la obligación de defender la soberanía, los derechos y las libertades de su pueblo. Sin embargo, en el caso de las FAR, estas han sido utilizadas como una herramienta de opresión interna, actuando en contra del interés colectivo del pueblo cubano. Traicionan a la patria cuando permiten que una minoría política se perpetúe en el poder a costa del sufrimiento de la mayoría.


Además, el uso constante de las FAR para mantener el control ideológico y político sobre la sociedad cubana no solo es una traición al pueblo, sino también una burla a los principios de la soberanía nacional. El concepto de patria no puede reducirse a una ideología o a un partido político; es el conjunto de valores, tradiciones y derechos que un pueblo comparte. Al coartar la libertad de expresión, aplastar los derechos de reunión y asociación, y reprimir a los ciudadanos que no están de acuerdo con el régimen, las FAR están, de hecho, traicionando a Cuba y a los cubanos. Este tipo de traición constituye un crimen de lesa patria, ya que el ejército está, por definición, en contra de los intereses de la nación y de la voluntad del pueblo.


El papel de las FAR en la crisis de legitimidad

Otro aspecto clave a considerar es cómo las FAR perpetúan la crisis de legitimidad del régimen cubano. En un sistema verdaderamente democrático, los gobernantes obtienen su legitimidad a través del consentimiento del pueblo mediante elecciones libres, transparentes y competitivas. Sin embargo, el régimen cubano, amparado por las FAR, ha evitado cualquier proceso democrático legítimo. Las elecciones en Cuba son una farsa controlada por el Partido Comunista, donde no hay competencia real y las opciones están limitadas a candidatos previamente aprobados por el régimen. Las FAR son responsables de mantener esta fachada de democracia y de asegurar que no surja ninguna oposición legítima que pueda desafiar al sistema.


Conclusión ampliada

Las FAR, en lugar de ser un ejército protector del pueblo y de la soberanía nacional, actúan como una fuerza represiva al servicio de una élite política que ha traicionado los ideales originales de la Revolución Cubana. En su esencia, el ejército cubano es una institución mercenaria, que defiende el poder de unos pocos en lugar de los derechos y libertades del pueblo. La Constitución cubana de 1976 y su versión de 2019, al declarar la supremacía del Partido Comunista, han formalizado un sistema autoritario y fascista, donde cualquier intento de disidencia es considerado traición. Las FAR perpetúan este sistema represivo, cometiendo crímenes de lesa patria al reprimir a sus propios compatriotas y traicionar el mandato de proteger la nación. No es el pueblo cubano quien necesita ser defendido por las FAR; es la élite política la que necesita ser protegida del pueblo. Este es el mayor crimen cometido contra la patria cubana.

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